Caracas, 07-12-25
En medio de una época marcada por el ruido, las prisas y la presión social, un mensaje antiguo vuelve a cobrar vida: la historia del nacimiento de Jesús y la manera en que José enfrentó sus miedos.
El relato bíblico en Mateo 1:18-24 nos muestra a un José confundido, preocupado y enfrentando un dilema enorme: su prometida, María, estaba embarazada antes de vivir juntos. Sin embargo, en su angustia, Dios intervino y le dijo: “No temas”.
Ese mismo mensaje sigue siendo urgente hoy.
Vivimos atrapados entre:
El estrés, que es exceso de presente.
La ansiedad, que es exceso de futuro.
Y en ese ciclo aparecen tres miedos que nos paralizan:
Es uno de los temores más comunes.
Siempre habrá alguien que piense mal de ti.
Muchas veces damos más importancia a la opinión ajena que a nuestra propia identidad.
Esta presión puede llevarnos a lo que algunos llaman “depresión blanca” en estas fechas: esa sensación de no ser suficiente, de no encajar, de buscar aprobación en un mundo que incluso rechazó al hombre más perfecto.
La verdad es simple:
Solo importan dos opiniones:
Lo que Dios dice de ti.
Lo que tú misma piensas de ti.
Recordarlo cambia todo:
“Soy hija de Dios”
No eres cualquiera. Tienes identidad, valor y propósito. Eso te hace imparable.
En tiempos de incertidumbre económica, este miedo crece.
Pero el mensaje es claro:
Dios es tu paz y tu protección.
Deja de gastar para impresionar a quienes no les importa.
Dios no decide tu futuro según tu presupuesto, sino según tu obediencia.
Él abre caminos donde no los ves.
Hoy se nos hace un recordatorio:
Camina en obediencia. Dios está obrando.
Él proveerá exactamente lo que necesitas en el momento indicado.
Este tipo de miedo aparece cuando queremos tomar decisiones importantes.
La señal más clara es esta:
Si te acerca más a Dios, viene de Él.
Cuando algo es de Dios, Él se involucra, acompaña y confirma.
A veces la respuesta más sencilla es también la más poderosa:
Hazlo.
Así como José decidió confiar y avanzar, hoy también podemos hacerlo.
En estos días, el llamado es simple:
Sigue.
Obedece.
Avanza.
Porque Dios sigue hablándonos: “No temas.”